El sector de la automoción está inmerso en la transición del vehículo de gasolina o diésel al eléctrico, pero quedan muchas dudas por resolver del vehículo eléctrico tanto por la parte de fabricantes y proveedores como por parte del propio consumidor final.
Todos los días llegan nuevos usuarios de la movilidad eléctrica y conviene conocer detalles esenciales en el uso diario de los vehículos eléctricos.
Pérdida de rendimiento de la batería
Uno de esos detalles radica en el empleo de los vehículos eléctricos en invierno, ya que reduce la autonomía de las baterías.
Por ejemplo, un mismo recorrido y a idéntica velocidad al volante de un Audi e-tron concluía con un gasto medio de 22,4 kWh/100 km a 16 grados centígrados (la temperatura ambiente ideal para una batería de iones de litio está entre 20 y 35 grados) y de 27,3 kWh/100 km a tres grados centígrados: un 21,9% más, y eso con una diferencia de solo 13 grados.
Los noruegos hablan de un 20% de diferencia media entre el consumo en verano y el del invierno. El país escandinavo tiene la mayor proporción de usuarios con ese tipo de coches en todo el mundo. Por lo que, la estación de invierno es en la que los vehículos eléctricos aumentan el consumo y reducen la autonomía, por lo que provoca una pérdida del rendimiento de la batería.
El segundo problema, va ligado con el primero: climatizar el coche eléctrico al iniciar la marcha hace crecer el consumo de energía exponencialmente durante los primeros kilómetros. Además, encenderla durante el trayecto también eleva de forma apreciable el consumo.
Otra precaución que deberíamos tener con el vehículo eléctrico en invierno es cargar su batería nada más usar el coche, en lugar de programar la recarga para que se inicie horas después de haberlo estacionado. Porque ese sería el cuarto problema: una batería fría reduce su capacidad para aceptar carga.
Deterioro de los discos de frenos
No todo iba a estar ligado con la batería, sino que hay otros componentes del vehículo eléctrico que durante el invierno sufren más y este es el caso de los discos de frenos. Porque tanto el polvo, como la sal que se pone en las carreteras donde más frío hace, acelera el proceso de oxidación de los discos, que se van limpiando al frenar, pero los vehículos de batería se frena mucho menos que en los de gasolina o diésel.
Esto es debido a que los motores eléctricos ejercen una fuerte deceleración que, en muchos casos, permite circular sin llegar a frenar.
Desgaste de neumáticos
Último problema que vamos a destacar tiene que ver con los neumáticos. Y es que los vehículos eléctricos pesan mucho más que los de mecánica convencional y pueden entregar la potencia de una forma más contundente, dos factores que perjudican a la duración de las gomas. Y, si llevar una banda de rodadura gastada y con insuficiente profundidad de dibujo es peligroso en cualquier estación, en invierno, con más lluvia y otros fenómenos adversos, los neumáticos en mal estado son un auténtico peligro. Además, por su mayor masa, un vehículo eléctrico somete a sus neumáticos a tareas más duras: inercia en frenadas y arrancadas, fuerza centrífuga en las curvas…
Por lo que habrá que prestar más atención al desgaste de los neumaticos y los discos de freno de los vehículos eléctricos.
(Fuente el Confidencial)